A partir de una serie de acontecimientos que sucedieron uno tras otro en la Escuela de Danza (y que me dejaron bastante desorientada) empece a buscar material sobre la palabra "compromiso" y encuentro la palabra "implicacion emocional " dentro de un fragmento de una conferencia en Barcelona que dio Richard Sennett el escritor de 'El artesano". Al leerlo como por arte de magia senti algo de alivio y por eso quiero compartirla.
Inicia su discurso haciendo referencia a una sociedad saturada de cosas. El uso de las cuales erosiona su valor hasta la banalidad.
Cuando hablamos de Artesanía, nos viene a la cabeza la imagen de un trabajador (un carpintero, un herrero, un alfarero) forjando con sus manos una pieza singular en un taller repleto de herramientas y materiales. Es una imagen evocadora que difícilmente la podemos encajar en la realidad actual (tras la revolución industrial, la incorporación de las máquinas y el establecimiento generalizado de la producción masiva)
Pero Sennett, enseguida y dispuesto en la primera parte de su conferencia a definir el concepto de Artesanía, nos evoca otras imágenes que para él también la representan: Una investigadora en su laboratorio absorta en el proceso de su ensayo; obsesionada por la relación entre la técnica y el resultado. Un director de orquesta obstinado con la perfección de una orquesta, mientras los ensayos se alargan más allá de lo pactado en el contrato. A ambos y a tantos otros ejemplos, les une la vocación por el trabajo bien hecho como objetivo en si mismo.
Ya, esto no es óptimo desde un punto de vista comercial. Se gana más dinero con enfoques más orientados a la optimización del esfuerzo y a su reflejo en la cuenta de resultados, pero no es necesario confrontar las dos opciones (con todos sus matices) para entender lo que Sennett quiere explicarnos: Está hablando de implicación y compromiso. Implicación emocional y vinculante con aquello que tienes entre manos…pero, y aquí el matiz que empieza a complicar el discurso, más allá incluso, del objeto en si mismo. No se trata sólo de la calidad del producto resultante, se trata de recomponer relaciones necesarias entre “concepción y praxis, técnica y expresión, artesano y artista, entre práctica y teoría”.
Sólo si no obstruimos ese flujo entre la acción y la reflexión, sólo si respetamos la conexión entre “la mano y la cabeza”, encontraremos esa recompensa emocional fruto de vincular técnica y propósito, el “cómo y el por qué”, la recompensa de aprender algo de nosotros mismos en el proceso/
Cuando hablamos de Artesanía, nos viene a la cabeza la imagen de un trabajador (un carpintero, un herrero, un alfarero) forjando con sus manos una pieza singular en un taller repleto de herramientas y materiales. Es una imagen evocadora que difícilmente la podemos encajar en la realidad actual (tras la revolución industrial, la incorporación de las máquinas y el establecimiento generalizado de la producción masiva)
Pero Sennett, enseguida y dispuesto en la primera parte de su conferencia a definir el concepto de Artesanía, nos evoca otras imágenes que para él también la representan: Una investigadora en su laboratorio absorta en el proceso de su ensayo; obsesionada por la relación entre la técnica y el resultado. Un director de orquesta obstinado con la perfección de una orquesta, mientras los ensayos se alargan más allá de lo pactado en el contrato. A ambos y a tantos otros ejemplos, les une la vocación por el trabajo bien hecho como objetivo en si mismo.
Ya, esto no es óptimo desde un punto de vista comercial. Se gana más dinero con enfoques más orientados a la optimización del esfuerzo y a su reflejo en la cuenta de resultados, pero no es necesario confrontar las dos opciones (con todos sus matices) para entender lo que Sennett quiere explicarnos: Está hablando de implicación y compromiso. Implicación emocional y vinculante con aquello que tienes entre manos…pero, y aquí el matiz que empieza a complicar el discurso, más allá incluso, del objeto en si mismo. No se trata sólo de la calidad del producto resultante, se trata de recomponer relaciones necesarias entre “concepción y praxis, técnica y expresión, artesano y artista, entre práctica y teoría”.
Sólo si no obstruimos ese flujo entre la acción y la reflexión, sólo si respetamos la conexión entre “la mano y la cabeza”, encontraremos esa recompensa emocional fruto de vincular técnica y propósito, el “cómo y el por qué”, la recompensa de aprender algo de nosotros mismos en el proceso/
La segunda parte de la ponencia, fue una crítica reflexión sobre el sistema capitalista, cuyas reglas inhiben la práctica artesana. Por qué son tan poco habituales –marginales- experiencias como la comunidad de Linux?, una de las casos que Sennet desgrana en su libro como paradigmática de la práctica artesana.
La conclusión es que todo el sistema parece estar en contra de estas actitudes:
Las empresas hace algunos años se conducían por burocracias razonablemente estables. Antes, el mero servicio a una corporación era gratificante. Los trabajadores que iniciaban su carrera profesional en una empresa, se vinculaban a la historia narrativa de la misma.
Ahora el valor del conocimiento acumulado durante décadas es un lastre frente a políticas cortoplacistas.
La experiencia pierde valor institucional frente a hornadas de jóvenes profesionales más inexpertos pero más dóciles.
Las empresas no forman, no reciclan (sale más barato contratar a los nuevos) no fomentan la pasión por el trabajo bien hecho, las reglas del juego son otras, más relacionadas con las habilidades para manejarse en el complejo sistema de luchas de poder y politiqueos internos.
El salario tampoco parece compensar esa desafección por la calidad. Cada vez es más grande la brecha entre los salarios de los directivos y de “la tropa”. Si en 1974 la proporción entre ambos era de 38 veces, en la actualidad esta relación ronda las 350 veces (apuntaba Sennett).
Los renovados discursos llamando a la colaboración, al aprendizaje colectivo y a la calidad, es pura charlatanería, inconsistente con un modelo que no cambia en sus estructuras más básicas.
Trabajar bien, hoy en día en las empresas, supone una opción personal idealista y parece que poco incentivada.
El sistema capitalista en el que se enmarcan estas empresas tampoco estimula a las prácticas artesanas: Hoy entre hacer algo bien o simplemente hacerlo, se premia a lo segundo. Rápido y rentable. “Hacer un buen trabajo significa tener curiosidad, investigar y aprender de la incertidumbre”. Eso, a corto plazo, acostumbra a ser poco rentable.
“En la mente del artesano, la solución y el descubrimiento de [nuevos] problemas están íntimamente relacionados”. En contraposición a sistemas de conocimiento cerrados dónde el objetivo único de toda acción es cerrar el círculo entre problema y solución.
En las burocracias corporativas, sabes cómo hacer las cosas antes de hacerlas. Hay poco margen para la retroalimentación que se da cuando hay un flujo continuo y abierto entre resolución y descubrimiento de problemas. Este proceso, expande las habilidades de una forma que ningún procedimiento puede aportarnos y que un mal uso de la máquina (tecnología) puede inhibir.
Con ese potencial mal uso de “la máquina” Sennett abre la tercera parte de su ponencia y concluye el encuentro.
Durante la revolución industrial el miedo residía en la posible sustitución del hombre por la máquina. En la actualidad, el peligro es otro : El peligro es hacer un uso capitalista de la máquina, buscando sólo la rapidez frente a otras aportaciones. Un uso que nos hará cada vez menos implicados y más estúpidos.
De nuevo un sistema de conocimiento cerrado dónde sólo se busca una solución y a ser posible rápida.
Recurro al libro para cerrar este punto y la crónica:
“La manera inteligente de usar una máquina es juzgar sus capacidades y amoldar el uso que se hace de ellas teniendo más en cuenta nuestros propios límites que sus potencialidades. No debemos competir con la máquina. Una máquina, como cualquier modelo, debe proponer, no imponer; y la humanidad, por cierto, debe huir de toda imposición de imitar la perfección. Contra la exigencia de la perfección podemos reivindicar nuestra propia individualidad, que da carácter distintivo al trabajo que hacemos. Para lograr este tipo de carácter en la artesanía, son necesarias la modestia y la conciencia de nuestras propias insuficiencias”.
La conclusión es que todo el sistema parece estar en contra de estas actitudes:
Las empresas hace algunos años se conducían por burocracias razonablemente estables. Antes, el mero servicio a una corporación era gratificante. Los trabajadores que iniciaban su carrera profesional en una empresa, se vinculaban a la historia narrativa de la misma.
Ahora el valor del conocimiento acumulado durante décadas es un lastre frente a políticas cortoplacistas.
La experiencia pierde valor institucional frente a hornadas de jóvenes profesionales más inexpertos pero más dóciles.
Las empresas no forman, no reciclan (sale más barato contratar a los nuevos) no fomentan la pasión por el trabajo bien hecho, las reglas del juego son otras, más relacionadas con las habilidades para manejarse en el complejo sistema de luchas de poder y politiqueos internos.
El salario tampoco parece compensar esa desafección por la calidad. Cada vez es más grande la brecha entre los salarios de los directivos y de “la tropa”. Si en 1974 la proporción entre ambos era de 38 veces, en la actualidad esta relación ronda las 350 veces (apuntaba Sennett).
Los renovados discursos llamando a la colaboración, al aprendizaje colectivo y a la calidad, es pura charlatanería, inconsistente con un modelo que no cambia en sus estructuras más básicas.
Trabajar bien, hoy en día en las empresas, supone una opción personal idealista y parece que poco incentivada.
El sistema capitalista en el que se enmarcan estas empresas tampoco estimula a las prácticas artesanas: Hoy entre hacer algo bien o simplemente hacerlo, se premia a lo segundo. Rápido y rentable. “Hacer un buen trabajo significa tener curiosidad, investigar y aprender de la incertidumbre”. Eso, a corto plazo, acostumbra a ser poco rentable.
“En la mente del artesano, la solución y el descubrimiento de [nuevos] problemas están íntimamente relacionados”. En contraposición a sistemas de conocimiento cerrados dónde el objetivo único de toda acción es cerrar el círculo entre problema y solución.
En las burocracias corporativas, sabes cómo hacer las cosas antes de hacerlas. Hay poco margen para la retroalimentación que se da cuando hay un flujo continuo y abierto entre resolución y descubrimiento de problemas. Este proceso, expande las habilidades de una forma que ningún procedimiento puede aportarnos y que un mal uso de la máquina (tecnología) puede inhibir.
Con ese potencial mal uso de “la máquina” Sennett abre la tercera parte de su ponencia y concluye el encuentro.
Durante la revolución industrial el miedo residía en la posible sustitución del hombre por la máquina. En la actualidad, el peligro es otro : El peligro es hacer un uso capitalista de la máquina, buscando sólo la rapidez frente a otras aportaciones. Un uso que nos hará cada vez menos implicados y más estúpidos.
De nuevo un sistema de conocimiento cerrado dónde sólo se busca una solución y a ser posible rápida.
Recurro al libro para cerrar este punto y la crónica:
“La manera inteligente de usar una máquina es juzgar sus capacidades y amoldar el uso que se hace de ellas teniendo más en cuenta nuestros propios límites que sus potencialidades. No debemos competir con la máquina. Una máquina, como cualquier modelo, debe proponer, no imponer; y la humanidad, por cierto, debe huir de toda imposición de imitar la perfección. Contra la exigencia de la perfección podemos reivindicar nuestra propia individualidad, que da carácter distintivo al trabajo que hacemos. Para lograr este tipo de carácter en la artesanía, son necesarias la modestia y la conciencia de nuestras propias insuficiencias”.
4 comentarios:
me falta leer la mitad, se me caen los ojos, pero por ahora me quedo con esto..."Sólo si no obstruimos ese flujo entre la acción y la reflexión, sólo si respetamos la conexión entre “la mano y la cabeza”, encontraremos esa recompensa emocional fruto de vincular técnica y propósito, el “cómo y el por qué”, la recompensa de aprender algo de nosotros mismos en el proceso/"
justo estaba por dar en mis prácticas, pequeñas citas a los chicos, nada más para que reflexionen sobre todo eso...como anillo al cerebro me viene
El individuo creativo se aisla del sistema cortoplacista, pero se comunica solo con sus pares, ahi esta la luz roja. Hasta cuando durará el verdadero artesano, rodeado de capitalismo, en donde el consumo rápido de las cosas se evalua muy pobremente? Ej: Lo regular es muy bueno y lo bueno es excelente. Solo para cumplir, para llegar. Falta total de incentivos, porque debemos ganar la carrera. Desde nuestros lugares de trabajo se defiende la individualidad creativa, se debería (digo se debería porque en la mayoría de los casos no se hace) dar el ejemplo. Pelu.
Aprender algo de nosotros mismos en el proceso.... y dentro de una Institucion no nos queda otra que hacer de lo individual una gran red sino estamos fritos!
Es interesante el texto y lo que decís del "proceso", no buscar que algo salga rápido y como sea, sino que lo importante sea "cómo" llegar a ese objetivo, qué cosas se van aprendiendo en el camino, qué otras se van construyendo... ejercitar el hacer, la reflexión sobre ese hacer, y la paciencia...me parece fundamental plantearse eso en la educación
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