domingo, 14 de agosto de 2011

Un modo de romper el teatro




Un modo de “romper” el teatro
La compañía británica se formó en 1984 con la idea de generar espectáculos inusuales. Una de las obras que mostrarán aquí dura seis horas y está basada en un texto de dos mil preguntas; en la otra, los actores leen un guión y les dan vida a imágenes que se proyectan.


Por Paula Sabatés
Están juntos desde 1984, cuando les picó el bichito del teatro y decidieron formarse para explorar lo que la representación podía significar en la vida contemporánea. En esa búsqueda, los miembros de la compañía británica Forced Entertainment, que mañana se presenta por primera vez en la Argentina, se desnudaron en escena, se emborracharon, se hicieron los muertos y hasta actuaron durante 24 horas sin interrupción. Su teatro es de recorrido, de experimentación, y por eso, además de obras teatrales, trabajan con instalaciones, medios digitales y con el cine. Los Forced Entertainment (en español, “entretenimiento forzado”, por si quedaban dudas de sus intenciones rupturistas) se valen de ciertos mecanismos, presentes en la mayoría de sus espectáculos, para lograr un desbarajuste de la puesta tradicional. La actuación en vivo, es decir, el uso de la improvisación como recurso estrella, contribuye al debilitamiento de las convenciones, pero no sólo a las del teatro clásico propiamente dicho, sino de las del tipo de representación característico de fines del siglo XX y principios del siglo XXI. Así, los suyos son espectáculos fuera de lo común que le piden al público que vea de manera diferente.

En la Argentina, el grupo presentará los espectáculos Void Story y Quizoola! La primera es una obra donde los actores están sentados en mesas y pasan las hojas de un guión. Ellos impostan sus voces y, sumado con efectos de sonido, le dan vida a una serie de imágenes que se proyectan en el escenario, de manera que se crea un relato cinematográfico que parece real. La segunda, un espectáculo de seis horas de duración basado en un texto de 2000 preguntas. Durante esta obra, el público es libre de llegar, partir y volver a la sala en cualquier momento y los actores tienen permitido hacer nuevas preguntas, según el país donde se presenten y las circunstancias de cada representación. “Llegamos al teatro como un grupo de personas que en realidad tenía experiencia en la música, en las artes visuales y en el cine. Entonces empezamos a hacernos preguntas sobre qué era el teatro y cómo se podía comunicar con el público. Estábamos fascinados con el teatro pero ninguno le tenía ningún respeto especial, entonces decidimos sacudirlo para ver cómo lo podíamos romper. Y eso es lo que hacemos”, le cuenta a Página/12 Tim Etchells, director artístico de la compañía.


–¿Por qué decidieron hacer teatro experimental?

–Queríamos saber qué era lo que se le podía hacer al teatro de manera que fuera diferente a lo que estábamos acostumbrados a ver, a la manera clásica. Y queríamos encontrar alguna manera de transmitir, de una forma más real, más verdadera, las cosas que veíamos y vivíamos. Todo esto implicó no asumir nada previo respecto del teatro y así surgieron las propuestas.

–¿Cómo trabajan esa búsqueda?

–Hay dos estrategias. Una tiene que ver con llenar al teatro de tantas cosas hasta que explote. Es el caso de Quizoola!, que se relaciona con esta idea de lo excesivo. Dura seis horas y es agotadora porque es una experiencia muy larga que estira el tiempo. La otra estrategia es lo contrario, es pelar todo hasta que quede casi nada. Y eso se ve en Void Story, en la cual el mecanismo principal es una serie de imágenes proyectadas como una novela gráfica y dos actores sentados por delante de ella, haciendo las voces que les corresponden. Es impresionante cómo en escena no pasa nada más que eso, pero en la cabeza de los espectadores se suman las dos cosas y se arma una película que no existe.

–¿Y cómo responde el público a este nuevo modo de ver?

–Hay mucha gente que se agarra la cabeza y dice “no, esto no es actuar, esto no es teatro, ¿qué está pasando?”. Pero hay otro grupo que nos dice “gracias al cielo, detesto el teatro y esto es algo que sí puedo ver, que sí tiene que ver conmigo ahora y no con el tipo de representación característico de principio de siglo”.

–Han hecho obras que duran seis, doce y hasta veinticuatro horas. ¿A qué responde este mecanismo?

–A que el público pueda armar su propio viaje dentro de la obra, a que pueda elegir qué ver, a que pueda ir y venir cuando quiera. Normalmente las obras controlan mucho este viaje: llegás 8.30 y te vas a las 10. Pero, fundamentalmente, lo interesante de esto es que los actores se agotan muchísimo y entonces empiezan a tomar decisiones que no tomarían si tuvieran toda la energía. Se pueden ver cosas que de otro modo permanecerían escondidas, porque cuando los actores están muy despiertos muestran sus mejores trucos. El placer radica en ver que siguen ahí, aunque estén agotados. Y es curioso, porque si se trata de una obra de seis horas donde uno se puede ir cuando quiere, el público tiende a quedarse muchas de las seis horas; en cambio, si se tiene que quedar obligatoriamente, se quiere ir.

–¿Cómo manejan la improvisación, recurso que utilizan mucho en sus espectáculos?

–En general, funciona de dos maneras. O improvisamos en el espacio de ensayo y luego fijamos lo que se repite, o bien fijamos ciertas reglas y sobre eso se improvisa. También hay una tercera manera, que es la que se da en Void Story, en la cual armé los textos pero fui llevándolos al grupo y sobre las discusiones que se armaban, volví a escribirlos. De todos modos, en textos en los que hay algo fijado, como en Quizoola!, siempre se agregan más preguntas y cambiamos a quienes interpretan la pieza. Esto tiene que ver con usar a los actores que estén disponibles, pero también para preservar la dinámica de la obra, porque si siempre la hacemos con la misma combinación de actores, se achata.

–Después de tantos años, ¿pudieron responder la pregunta sobre cómo se puede “romper” el teatro?

–De alguna manera, cada una de las obras es una respuesta. Nos interesa explorar distintas facetas del teatro, entonces podemos hacer algo íntimo, una obra muy cálida, otra muy fría. Y entonces cada una de ellas no será una respuesta unívoca, pero sí una respuesta. Por eso nuestra idea es realizar un mapeo del territorio del teatro y de las cosas que se pueden hacer.

* Void Story se exhibirá mañana a las 18.30 y a las 22.30 en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131. Quizoola! se verá el viernes a las 19 en La Carpintería, Jean Jaurès 858.

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